jueves, 8 de marzo de 2018

HUELGA JUSTA Y URGENTE

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Aunque las valoraciones las conoceremos mañana, la realidad es que las mujeres han salido a la calle a reivindicar sus derechos y lo han hecho por miles y miles en todo el país y en el resto del mundo, concretamente en 173 países. De hecho, los entendidos aseguran que nunca como en esta ocasión se han unido en un objetivo y lema comunes. El objetivo, acabar con las diferencias en todos los órdenes, incluida la salarial injustificada; el lema, “si las mujeres paran, se para el mundo”. La pregunta es ¿y a partir de ahora, qué? Conociendo las consecuencias que suelen devenir de este tipo de manifestaciones y quejas públicas, lo más probable es que en unos días solo quede el recuerdo del ruido que se ha hecho por calles y plazas de las ciudades y escaso o nulo rendimiento de cara a las instituciones y los partidos políticos. Sí, éstos, como hacen siempre, volverán a colocarse delante de pancartas y atriles, pero con pocas ganas de aprobar artículos, de introducir mejoras en leyes y normas, de aupar a la mujer al lugar que legítimamente le corresponde, sin miedos ni tapujos, decididos y convencidos… Todo lo demás, historias repetidas, porque lo de hoy tiene a sus espaldas siglos de historia y no han sido pocas las mujeres que se han quedado por el camino. Si el hombre, que sigue capitalizando los puestos estratégicos en gobiernos, consejos de administración y allí donde se decide el futuro de la Humanidad, y que no los deja en manos de mujeres consciente de que perdería títulos y prebendas, además de comprobar que ellas lo harían mejor, mantiene las diferencias convencido de que  el puesto de la mujer está detrás del hombre, por aquello de que detrás de un hombre excepcional hay una mujer. Ya saben. Evidentemente, no tiene discurso que avale tal estupidez, pero resiste con inusitada fuerza apoyado en trasnochadas costumbres y, atención, ganando terreno, porque solo faltaba la crisis económica y sus consecuencias para comprobar que la mujer ha vuelto a ser la escogida para que la pague por todos.

A todo esto, cuando menos debemos entender como una ofensa la actitud de Partido Popular y Ciudadanos, especialmente algunas de las declaraciones de sus más notorios representantes, por cómo han calificado este movimiento femenino y la huelga de hoy, afirmando, nada menos que la ministra Tejerina,  que lo que les conviene a las mujeres es trabajar este día más que otro cualquiera. No debe saber esta política que ellas, las mujeres, no han hecho a lo largo de su existencia otra cosa que trabajar y trabajar, eso sí, cada una por su lado, desconectadas, aisladas, hasta llegar a una situación tan injusta que el hombre se ha encargado de consolidar a lo largo de los años y en la que actualmente se desenvuelven. La Iglesia, que gusta de aparecer en estos asuntos para demonizar a las mujeres aún más de lo que lo hace normalmente, desde su plataforma radiofónica, la ilegal o pirata Radio María, el obispo de San Sebastián ha querido ponerlas firmes, aunque, como era de esperar, sin éxito. Sin embargo, con casi todo en contra, si entendemos este parón de las mujeres como una referencia de fuerza y pasión, es muy posible que en poco tiempo su capacidad  de sublevación como colectivo no se cuestione y se inicie la cuenta atrás de un mejor entendimiento entre ambos sexos. Por el momento, si a la mujer no se le permite integrarse en el cerrado mundo de los hombres, que se sepa que es porque a éstos no les interesa ni les conviene, sencillamente porque no son capaces de superar sus prejuicios y trasnochado machismo. El mensaje final debería estar relacionado con la estrategia y de eso las mujeres saben más que nadie, es decir, esperar y aprovechar los momentos en los que el hombre muestre sus debilidades para reclamar lo que les corresponde por derecho. No existe párrafo en la Historia que a la mujer se le conceda un papel menor que al hombre. Los que nos han llegado, previamente escogidos, han sido intencionadamente manipulados para hacernos creer que el reparto de responsabilidades y tareas es una imposición divina y lo que más conviene a la convivencia. ¡Mentira cochina!