Aunque las valoraciones las
conoceremos mañana, la realidad es que las mujeres han salido a la calle a
reivindicar sus derechos y lo han hecho por miles y miles en todo el país y en
el resto del mundo, concretamente en 173 países. De hecho, los entendidos
aseguran que nunca como en esta ocasión se han unido en un objetivo y lema
comunes. El objetivo, acabar con las diferencias en todos los órdenes, incluida
la salarial injustificada; el lema, “si las mujeres paran, se para el mundo”. La
pregunta es ¿y a partir de ahora, qué? Conociendo las consecuencias que suelen
devenir de este tipo de manifestaciones y quejas públicas, lo más probable es
que en unos días solo quede el recuerdo del ruido que se ha hecho por calles y
plazas de las ciudades y escaso o nulo rendimiento de cara a las instituciones
y los partidos políticos. Sí, éstos, como hacen siempre, volverán a colocarse
delante de pancartas y atriles, pero con pocas ganas de aprobar artículos, de
introducir mejoras en leyes y normas, de aupar a la mujer al lugar que
legítimamente le corresponde, sin miedos ni tapujos, decididos y convencidos…
Todo lo demás, historias repetidas, porque lo de hoy tiene a sus espaldas siglos
de historia y no han sido pocas las mujeres que se han quedado por el camino.
Si el hombre, que sigue capitalizando los puestos estratégicos en gobiernos,
consejos de administración y allí donde se decide el futuro de la Humanidad, y
que no los deja en manos de mujeres consciente de que perdería títulos y
prebendas, además de comprobar que ellas lo harían mejor, mantiene las
diferencias convencido de que el puesto
de la mujer está detrás del hombre, por aquello de que detrás de un hombre
excepcional hay una mujer. Ya saben. Evidentemente, no tiene discurso que avale
tal estupidez, pero resiste con inusitada fuerza apoyado en trasnochadas
costumbres y, atención, ganando terreno, porque solo faltaba la crisis
económica y sus consecuencias para comprobar que la mujer ha vuelto a ser la
escogida para que la pague por todos.
A todo esto, cuando menos
debemos entender como una ofensa la actitud de Partido Popular y Ciudadanos, especialmente
algunas de las declaraciones de sus más notorios representantes, por cómo han calificado
este movimiento femenino y la huelga de hoy, afirmando, nada menos que la
ministra Tejerina, que lo que les conviene
a las mujeres es trabajar este día más que otro cualquiera. No debe saber esta
política que ellas, las mujeres, no han hecho a lo largo de su existencia otra
cosa que trabajar y trabajar, eso sí, cada una por su lado, desconectadas,
aisladas, hasta llegar a una situación tan injusta que el hombre se ha
encargado de consolidar a lo largo de los años y en la que actualmente se
desenvuelven. La Iglesia, que gusta de aparecer en estos asuntos para demonizar
a las mujeres aún más de lo que lo hace normalmente, desde su plataforma
radiofónica, la ilegal o pirata Radio María, el obispo de San Sebastián ha
querido ponerlas firmes, aunque, como era de esperar, sin éxito. Sin embargo, con
casi todo en contra, si entendemos este parón de las mujeres como una
referencia de fuerza y pasión, es muy posible que en poco tiempo su
capacidad de sublevación como colectivo
no se cuestione y se inicie la cuenta atrás de un mejor entendimiento entre
ambos sexos. Por el momento, si a la mujer no se le permite integrarse en el
cerrado mundo de los hombres, que se sepa que es porque a éstos no les interesa
ni les conviene, sencillamente porque no son capaces de superar sus prejuicios
y trasnochado machismo. El mensaje final debería estar relacionado con la
estrategia y de eso las mujeres saben más que nadie, es decir, esperar y
aprovechar los momentos en los que el hombre muestre sus debilidades para
reclamar lo que les corresponde por derecho. No existe párrafo en la Historia
que a la mujer se le conceda un papel menor que al hombre. Los que nos han
llegado, previamente escogidos, han sido intencionadamente manipulados para
hacernos creer que el reparto de responsabilidades y tareas es una imposición
divina y lo que más conviene a la convivencia. ¡Mentira cochina!