Mientras se habla del corredor
mediterráneo, que se anuncia como la panacea económica de ciudades como la
nuestra, que cuenta con infraestructura ferroviaria capaz de asumir mayor
tráfico de convoyes y con capacidad para ser ampliada casi sin limitación, la
realidad es que desaparecen servicios que hace unos años eran básicos y que nos
situaban en la capital de España en unas horas y en el Levante en las mejores
condiciones, y que ahora sencillamente han desaparecido. La oferta de Adif o
Renfe, que no acabamos de entender el papel de cada una de ellas, es
tercermundista y vejatoria. Y menos mal que, porque cuenta con apoyo de la
Junta de Andalucía, se mantiene el servicio de Jaén-Cádiz, porque de otra forma
estaríamos en medio de un desierto inaccesible. Así, si se trata de viajar
hasta Madrid, ya saben, primero acudan a Linares-Baeza y podrán subir al tren
que pasa por allí a primeras horas de la mañana; no hay otra posibilidad que no
sea el transporte por carretera. Si prefiere dirección Córdoba-Sevilla, también
a primera hora de la mañana le ofrecen la posibilidad de viajar en un convoy
relativamente cómodo y rápido. Bueno, si se dirige a Valencia o Barcelona, aún
le queda el larga distancia que desde Sevilla le planta en la Ciudad Condal en
un horario que no siempre le vendrá bien y porque discurre por nuestra
estación, que si no ya veríamos. Del resto, sencillamente olvídese. No es
posible.
Por todo esto, ¿alguien cree
que lo del corredor mediterráneo pasará por nuestra puerta y, consecuentemente,
nos devolverá algo del brillo que en su día tuvimos proporcionado por el ir y
venir de los trenes que por aquí transitaban? Es más, si cuando se tuvo la
oportunidad de mejorar y ampliar el viejo camino de acero que discurre por nuestra
provincia desde Despeñaperros se decidió abrir uno nuevo por Brazatortas,
esperar ahora que desde el Gobierno se apiaden de nosotros y nos incorporen a
las ciudades que se beneficiarán del gran corredor ferroviario que nace en
Barcelona y muere en Algeciras, ¿no les parece demasiado? Por el momento la
ilusión se mantiene pero acumulando pruebas, gestos y desprecios, que todo
cuenta, lo más probable es que pasen de nosotros y nuestros legítimos sueños de
prosperidad y nos dejen tirados y sin participación en un proyecto de enorme
importancia económica que nos situaría de nuevo en plataformas de prosperidad
de extraordinaria relevancia y mejor futuro para la comarca. Por supuesto, la
esperanza es lo último que se pierde y ayuda el hecho de que desde la Administración
local y provincial se trabaje en favor de su consecución, pero, con los datos
acumulados y el menosprecio con el que siempre han tratado nuestras cosas, lo
que deberíamos pedir es que nos dejen como estamos, porque todo indica que las
intenciones de estas empresas y no menos del Gobierno no anuncian nada bueno.
Y no, no se trata de
percepciones personales y sí de la realidad que vemos en las decisiones que
viene tomando el Ejecutivo al respecto, todas ellas muy alejadas de nuestras
reivindicaciones y deseos de prosperidad. En la creación de empleo, recordemos, o nos ponemos todos de
acuerdo o no vamos a ninguna parte. Después de “fiasco” de Innovandújar, de
triste y vergonzosa historia, del que por cierto aún siguen sin pedir perdón
los que propiciaron esta gran mentira, Andújar no puede volver a las andadas y
caer en el error de creerse lo que le cuentan sin más. Además, se acaba el
tiempo para la esperanza y ahora lo que se impone es conocer las intenciones de
quienes están y los que pueden estar. Todo lo demás, con perdón, no nos
sirve.