jueves, 12 de abril de 2018

EN LA CALLE ESTÁ LA VIDA

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Nosotros, que somos mucho de calle, que estamos convencidos de que es ahí donde están las oportunidades en general y que insistimos mucho en que la vida nos espera en cualquiera de ellas, hemos compartido con todos ustedes la importancia que se desprende de las manifestaciones que, cada vez con más asiduidad y en mayor número, salen a la calle en busca de justicia para su causa. De hecho, ayer mismo le dimos el dimos este espacio a la que han protagonizado los jueces de nuestro país, que reclaman más atención del Gobierno para una serie de reivindicaciones a las que hasta ahora nadie ha respondido. Sin embargo, comprobamos que lo de los jubilados y pensionistas toma cuerpo en todo España y que, aunque sea Bilbao la ciudad que más gente convoca todos los lunes y quien con más fuerza mueve al resto de los protagonistas, se movilizan de modo general y con una fuerza que nadie esperaba, al menos no los que menospreciaban sus mensajes y su presencia en la calle, insistiendo en que sus gritos y la lectura de sus pancartas no serviría de nada porque el Estado no iba a responderles aceptando sus exigencias. Ya hemos visto que sí, que no han tenido más remedio que dar explicaciones e incluir en los presupuestos generales la subida de un tres por ciento por escalas y desde luego muy alejado del cero veinticinco por ciento de todos los años.

Si a la “manifestación de las arrugas”, que es como ellos mismos se llaman, les unimos las que protagonizan los que se temen lo peor y luchan desde hace años por una sanidad pública, los que hacen lo propio por una educación laica y pública, los que reclaman mejoras en las carreteras que les importan, los que exigen puestos de trabajo y un mejor reparto de la riqueza, los que denuncian masivamente atención para sus problemas, la realidad es que a nuestros gobernantes les han salido uno forúnculo de complicada resolución. Se entiende que la calle es el mejor escaparate en donde exponer las quejas ciudadanas y actualmente nadie se plantea reuniones en lugares cerrados y desde allí mandar sus denuncias a quienes corresponda, sencillamente porque son conscientes de que o no llegan o simplemente se obvian. De hecho, unas de las quejas mayoritarias de los ciudadanos con respecto a sus relaciones con las Administraciones en general es precisamente el escaso interés que ponen en la resolución de sus problemas. Una vez comprobado que lo de manifestarse suele dar en la mayoría de las ocasiones resultados positivos, entenderán ustedes que los trapos sucios ya no se laven en la casa y se saquen a la calle en busca de atención. Entre la clase política que se ve retratada y denunciada públicamente, eso de que le echen en cara su despropósito no debe ser bien visto y de ahí que la respuesta no tarde mucho en llegar. O así debería de ser, porque la verdad es que algunos llevan reivindicando justicia para sus causas y lo vienen haciendo desde hace años sin resultados positivos. Sea como sea, la calle se ha convertido ahora más que nunca en un altavoz de grandes dimensiones desde el que proyectar las demandas de quienes las padecen y a eso se aferran organizadores y sufridores, especialmente cuando de lo que se trata no es solo de buscar justicia, sino apoyo para sus reivindicaciones. Ya lo saben: en la calle está la vida, nuestro futuro y la solución a muchos de los problemas que nos la amargan.