miércoles, 30 de mayo de 2018

BODAS Y COMUNIONES PARA TODOS LOS GUSTOS

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Misión imposible ha sido estos días encontrar una mesa o un restaurante en el que degustar nuestra gastronomía, compartida o no. Sin duda, podemos decir que la hostelería de nuestra ciudad ha hecho su agosto en mayo y parte de junio, porque aún quedan comuniones por celebrar. La demanda ha sido enorme, dándose la circunstancia de que algunos de nuestros negocios hosteleros han cerrado en este período más de ochenta reuniones familiares por esta causa. Pero tampoco han faltado a la cita los que no dan tanta importancia al lugar como al encuentro familiar y de amistades, para lo que han preparado viñas, viviendas particulares, cocheras y plazas de aparcamiento y aseguran que lo han disfrutado tanto como si lo hubieran convocado en un restaurante de cinco tenedores. Dicho esto, afirmar que el dinero se ha movido con mucha fuerza y que los negocios y empresas que dedican parte de su actividad a atender la demanda propia que generan las comuniones, nos parece poco. Así, desde los que se encargan de confeccionar los trajes de los comulgantes, los que se preocupan de los complementos, del vídeo y la fotografía, de sus zapatos, de su aspecto (porque las peluquerías juegan un papel muy importante en estas convocatorias), de los regalos, de los viajes que suelen organizarse para después de la celebración, etc., el trabajo ha sido frenético y, evidentemente, muy rentable al tiempo que cansado. Por lo tanto, nada de frivolizar sin más el fenómeno comuniones, porque a la vista está que son cientos las personas y las empresas que se benefician directa o indirectamente de su convocatoria.

Otra cosa es la importancia social que se le ha dado en los últimos años y que nos recuerdan muchas de ellas a otro tipo de celebraciones, como sería el caso de las bodas. Por el número de invitados, por los menús que se eligen, por el costo de éstos, por el movimiento de personas que generan a su alrededor, desde luego que no se parecen en nada a las que vivíamos hace solo unos años y que convocaban exclusivamente a un escaso círculo de familiares y amistades. Cuando llega mayo, muchas familias están obligadas no solo a hacer un hueco en su agenda social y dar cabida a una comunión, sino a controlar sus gastos con mucha delicadeza si no quieren tener problemas a final de mes, puesto que el desembolso no es poco y, además, casi nunca viene solo, es decir, que son invitadas a varias de ellas. Las bodas, que también son propias de la primavera, tampoco son cosa baladí, que ya sabemos lo que acarrean en vestimentas y regalos y el agujero que nos hacen en los recursos económicos de los que disponemos. Si afirmamos que se trata de un mes especialmente exigente en cuanto a citas extras y celebraciones variadas, desde luego que acertamos de pleno. Ocurre, no obstante, que como unas y otras nos son comunicadas con tiempo, este detalle nos permite distribuir los recursos de forma que acudir a ellas no acabe siendo excesivamente gravoso. Ligado a este fenómeno social, comprobamos que es muy importante el número de personas que eligen el mes de mayo para salir de vacaciones cuando antes lo hacían los meses de julio y agosto. ¿Coincidencia? Cuando hemos preguntado el por qué mayo, la respuesta oficial es que son menos caras, disfrutan más del descanso, hay menos gente en las playas… En realidad, lo que hacen es huir de comuniones y bodas como almas que se lleva el diablo. Es más, no han faltado los que se han entretenido en sumar el costo de participar en estos encuentros familiares y han llegado a la conclusión que su aportación económica equivale a unas estupendas y lujosas vacaciones, y eso es lo que han elegido. Ya ven: hay gente para todo.