Alguien dirá que cómo pasa el tiempo, pero es lo que
hay. Es más, confirmamos que a partir de ahora, oficialmente, no se puede
encender fuego en la sierra o en el campo en general. En el caso del parque
natural, ni siquiera en los lugares en
los que existen zonas concretas en donde disfrutar de barbacoas, por ejemplo;
en el resto, como sería el caso de campos de trigo, lo que conocemos como
rastrojos, solo con permiso expreso de la autoridad competente y siempre bajo
control. La historia de los incendios forestales está plagada de accidentes
protagonizados por personas que, cuando son interrogadas, aseguran que no
tenían más intención que la de compartir con familia y amigos un rato de ocio
con una ascuas en las que poder asar los alimentos a compartir. Así de
sencillo, aunque con el añadido real de las catástrofes naturales que conocemos
y que han arrasado miles de metros de montes públicos y parques naturales.
Elegir dos zonas de España en las que confirmar lo que decimos, sin duda que destacan
el Levante y Galicia, que se llevan la palma, con una pérdida de espacios
verdes realmente impresionante. Lo que ahora hacen los diferentes gobiernos
autonómicos, y no es poco, desde luego, no va más allá del mantenimiento de
equipos de especialistas en sofocar incendios, a los que suele echar una mano,
cuando las proporciones del incendio se disparan, la UME, que es una unidad
especializada del Ejército que entre sus misiones está precisamente la de
ayudar en las catástrofes naturales. Que se debe ir más allá, por supuesto,
pero por el momento el Estado ni siquiera alcanza a coordinar de manera
efectiva situaciones tan dramáticas como los incendios, lo que añade a un momento
peligroso las características propias que generan las dudas sobre quién debe
actuar o dirigir las maniobras propias que demanda apagar un incendio. Lo
extraño es que seamos un país en el que los incendios forestales formen parte
del triste y bochornoso espectáculo que conocemos de sobra y que se actúe como
se hace, es decir, que no se haya incluido entre los problemas que el Estado
debe gestionar indirectamente por capacidad organizativa y posibilidades
logísticas. La creación de una serie de parques de bomberos próximos a las
zonas en permanente conflicto sería una solución viable y con gran capacidad
operativa. Si no, que comparta con las
diferentes autonomías afectadas por los incendios las actuaciones que convienen
para su sofoco en el menor tiempo posible.
Dicho esto, conviene no perder de vista la prohibición
concreta firmada por la Junta de Andalucía, en la que podemos leer que se ha
actividad el control sobre los incendios y que debemos aceptarla de buena gana.
Se mantendrá activa esta medida hasta octubre y en algunas zonas concretas de
nuestra comunidad incluso no pueden circular vehículos a motor por determinados
caminos forestales. Las razones tampoco creemos que necesiten de más
aclaraciones, puesto que quizá lo de menos sea el vehículo, aunque con
objeciones concretas, y sí quienes viajan en él. Demostrada está la falta de
empatía que encontramos entre los usuarios con respecto al comportamiento que
deben mantener mientras conducen o como pasajero; tanta, que incluso en las
Normas de circulación encontramos una sanción especial para quienes, desde el
interior de un vehículo, arrojen cerillas encendidas o cigarros sin apagar. Y
todo porque cuando se analizan las razones que han precipitado el incendio
aparece una colilla como causante directa. Conociendo el percal, sabiendo cómo
se las gastan algunos con respecto al mal trato que generalmente infringen a la
sierra y al medio ambiente, pocas nos parecen algunas de las prohibiciones
implantadas.