lunes, 11 de junio de 2018

GRADUACIONES, SÍ, PERO…

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Hace unos días compartíamos con ustedes la importancia económica que acaban teniendo para algunos negocios las convocatorias sociales como las bodas y muy especialmente las comuniones, que era en realidad de lo que les hablábamos. Hoy volvemos al tema, aunque desde una perspectiva diferente, ya que la cosa va de las graduaciones, de los finales del curso y de otras citas que no siempre se pueden justificar y que, lo queramos o no, acaban con los ahorros de muchas familias. De hecho, si en cualquiera de ellas concurren las circunstancias de tener unos o dos hijos, la celebración de la graduación de cada uno de ellos, sumando costos, representa un serio mordisco a la soldada del mes y algún pellizco a los ahorros. Entre vestimentas, regalos y la celebración como tal, desde luego que cuesta lo suyo. Pero es que hace unos años las graduaciones se convocaban y compartían cuando eran de verdad, porque lo de ahora sinceramente es demasiado. Y es que hasta los alumnos de infantil tienen hoy prevista su graduación y así sucesivamente hasta que alcanzan la selectividad. Y no acaba ahí tampoco, porque una vez en la universidad, entre fiestas de primavera, de invierno y de inicio y final de curso, la suma total de la aportación económica que todo el conjunto representa a las familias les ocasiona un roto económico muy importante.

Cuando las graduaciones se celebraban con razones justificadas, es decir, cuando se pasaba del colegio al instituto y de allí a la universidad, se sabía con años de antelación y era más asumible; todo era más normal. Ahora no, ahora el asunto se nos ha escapado de las manos y lo de menos es la edad del escolar ni el salto que dé en su recorrido. En realidad, como aseguran y avisan los psicólogos, cometemos un grave y tremendo error con esta llamativa e incongruente manera de premiar a quienes, entre sus obligaciones ineludibles, está la de aprobar los cursos con notas aceptables. Permitir que los menores, desde muy niños, acepten la graduación y la fiesta correspondiente como un premio añadido a los que reciben en su cumpleaños o su onomástica o en Reyes, sinceramente no creemos que sea algo que debamos apoyar. Por supuesto, ni de lejos queremos enmendar la plana a nadie y menos interrumpir costumbres. Sí, naturalmente, expresar nuestra opinión, que la basamos en los escritos de profesionales muy cualificados que nos avisan de que el camino que se ha escogido no es precisamente el mejor para los más pequeños de la casa.

Que este tipo de convocatorias, de reuniones sociales, genera un negocio de gran valor para los comercios y las empresas que se benefician de ello, es evidente. Es más, una cifra económica tan importante y tan repartida no conviene perderla de vista y nosotros estamos por completo de acuerdo en que así sea, pero quizá los planteamientos  no deberían ser los que conocemos. De todas formas, como nuestro papel es el de inquietarles a ustedes, aproximarles a lo que ocurre a nuestro alrededor y que no siempre detectamos a tiempo y de la forma que exige su control, no otra cosa pretendemos con nuestro comentario de hoy. El fenómeno que han alcanzado las celebraciones de las graduaciones debe ser analizado en los centros escolares, que es donde en realidad se cuecen, se programan y se comparten. Las AMPAS tienen mucho que decir en todo este asunto y de hecho deben ser ellas, padres y madres, los que decidan sobre su futuro.  Nosotros quedamos a la espera de lo que acuerden.