La adversa meteorología que padecemos desde hace unos
meses es evidente que no viene bien a nadie. La primera necesidad, que no es
otra que llenar los pantanos, se cubrió hace semanas y, consecuentemente, la
lluvia que cae ahora no es del todo necesaria, aunque es cierto que el campo
siempre anda necesitado de algún riego que otro. La situación, por resumir, no
es otra que la ausencia de las temperaturas propias de estos días de junio
incide enormemente en infinidad de todo tipo de negocios. Y todos con la misma
casuística, puesto que si nos detenemos en el hoy de las tiendas de moda, por
ejemplo, entenderán ustedes que les sea realmente complicado introducir la moda
de verano entre sus clientes, que no verían el momento de usarlas y de ahí que
no inviertan. La consecuencia inmediata, lógicamente, es que al no facturar
como esperaban cuando firmaron los pedidos
de temporada y hacer la caja fue misión imposible, la llegada inminente
de los muestrarios de otoño-invierno parece que no serán atendidos como se ha
hecho desde siempre. Consecuentemente, las fábricas, que adelantan los
productos de temporada varios meses, también recibirán la negativa de los
comerciantes detallistas, y será entonces cuando la crisis se imponga y lo que
genera por la ausencia de regularidad atmosférica se convierta pronto en una
crisis de envergadura. Estaremos de acuerdo, por tanto, en que el momento es
muy desagradable para las empresas que ligan su negocio a la situación del
tiempo y que, solo la posibilidad real de que cambie en unos días, como parece
que ocurrirá al final de esta semana, les anima a seguir. No obstante, como
dicen ellos mismos, lo que no se ha vendido a estas alturas, no se venderá en
lo que resta de los meses de verano. Y si lo dicen quienes han dedicado toda su
vida a esta dinámica empresarial, compartir su opinión nos parece una apuesta
segura.
Pero hay más damnificados en esta historia que unimos
a la inestabilidad meteorológica, porque olvidarnos del gremio de la hostelería
sería un error lamentable. Las terrazas, que para muchos de estos profesionales
son casi su única fuente de ingresos, innecesario es que nosotros digamos que
estos meses no han funcionado con la regularidad que les permitiría hacer una
caja aceptable para los gastos que está obligado a realizar. Si tenemos en
cuenta que en nuestra ciudad las terrazas están distribuidas por la totalidad
de su casco urbano, que en todas ellas disfrutamos de una atención muy
cualificada y que compartimos las especialidades culinarias que tanto nos
definen, el aspecto de muchos de los días transcurridos de mayo y los que van
de junio es realmente penoso. Los viveros, de los que afortunadamente tenemos
extraordinarios ejemplos, también padecen a su manera la falta de alegría en
las compras cuando de adornar balcones y jardines se trata. Y es que se
entiende que adquirir plantas para colocar en balcones y ventanas cuando se
intuye que lo más probable es que no consigan crecer por falta de sol y exceso
de frío, es un gasto aplazable. Los hoteles y otros lugares en los que
descansar en vacaciones, y junio es un mes que aumenta anualmente el número de
personas que lo eligen para disfrutar su tiempo de ocio, también sufren en sus
cuentas de resultados la falta de reservas que en estas fecha ya habían
conseguido. Unidos a ellos, destacamos la crisis particular de los restaurantes
que pululan en los lugares habituales de vacaciones. Las cartas y los menús
están preparados, las cámaras frigoríficas también y solo faltan los clientes,
o sea, que el objetivo principal de todos los negocios que aquí hemos traído,
es decir, los clientes, sencillamente no aparecen. Malos tiempos corren para los
negocios ligados al buen tiempo, sin duda.