En una clara demostración de agradecimiento, hoy se
celebra en todo el mundo el Día Mundial del Donante de Sangre. La fecha se
escogió porque un patólogo y biólogo austríaco, concretamente Karl Landsteiner,
fue el descubridor y quien tipificó los grupos sanguíneos como los conocemos
hoy. De hecho, la comunidad científica mundial avaló la concesión de Nobel de
Medicina en 1930. El donante de sangre, que puede ser cualquiera de nosotros
siempre que estemos sanos y dentro del límite de edad establecido, puede
extender su brazo y aportar vida en una extracción indolora, compartida con un
equipo médico excepcional, amable y atento, y en todo momento controladas
nuestras constantes vitales. Por supuesto, si fuera tan fácil, si todos
estuviéramos dispuestos a donar sangre, seguro que los equipos de Hematología
de los hospitales no andarían reclamando donantes permanentemente. Es más, si
los hospitales comarcales, como sería nuestro caso, dispusieran de un punto concreto
en donde poder donar sangre, seguro que se evitarían los continuos
desplazamientos que están obligados a realizar por la provincia el equipo de
extracción del complejo hospitalario de la capital. No es un reproche que
queramos hacer en contra de la política que desarrolla actualmente la Junta de
Andalucía, porque ocurre en toda España, pero sí que deberían de crearse cauces
más cercanos para que todos los grandes de corazón, que no son otros que los
donantes, tuvieran la oportunidad de aportar su cuota de sangre a los
hospitales, siempre a través de la Asociación de Donantes de Sangre, una
organización altruísta que solo busca que en los centros de salud no falte una
bolsa de sangre con la que ayudar a mantener con vida a los enfermos. Y si esta
acción no la valoramos como en realidad merece, sin duda que andamos mal en la
interpretación de los sentimientos. Asumir que la sangre no se fabrica, que no
es posible obtenerla si no procede de un ser humano y que es imprescindible que
esté dispuesta para usarse en la totalidad de las operaciones que se realizan
en los quirófanos de nuestro país, y son millones a lo largo del año,
sinceramente no participamos de esta idea y sentimos rubor cuando escuchamos a
los insolidarios interpretar la realidad de los donantes de sangre.
Si la calle asumiera que la sangre de los donantes es
imprescindible para un gran número de procedimientos, como, por ejemplo, los
tratamientos contra el cáncer, todas las cirugías complejas, en los accidentes
de tráfico, en los trasplantes de órganos, en las enfermedades hematológicas y
otras que no vienen al caso, seguro que la realidad de la donación de sangre en
España sería muy diferente. Y que conste que no escasean las personas prestas
siempre a arremangarse la manga de la camisa y extender su brazo, pero sí que
las necesidades son muchas y que el aumento de los que están dispuestos a
entregarse a este importante acto de solidaridad no aumenta a la par que las
necesidades reales de la Sanidad española. En fechas concretas, como son las fiestas
que compartimos con millones de personas, en la época de vacaciones de verano y
en otros eventos populares, la necesidad de sangre en todos los hospitales es
completa, porque los accidentes de tráfico son muchos y recuperar a los heridos
demanda grandes cantidades de sangre. Hoy es el Día Mundial de los Donantes de
Sangre; hoy es el día de millones de personas generosas y solidarias que se
definen a sí mismos como incondicionales compañeros de camino de quienes a lo
largo de su existencia los necesitan. Evidentemente, un gran ejemplo de vida
que demanda compañía para que no sean siempre los mismos los que protagonicen
las extracciones.