La verdad es que no queremos
dañar la imagen de nadie y menos de un equipo de personas que las sabemos
capaces e implicadas en su gestión, ligada al medioambiente desde todos sus
frentes. Pero no podemos ni debemos obviar lo que tanto nos daña, lo que tanto
dinero nos cuesta y lo que tanto mal hace a la ciudad durante y después que se
desarrolla el mercadillo de los martes. Durante, porque los clientes se ven
obligados a devolverse en un ambiente hostil donde los haya, soportando un
griterío absurdo y rodeados de suciedad; después, porque el espacio dedicado a
este circunstancial asentamiento comercial queda a merced de un trabajo de
recuperación inmenso, ímprobo e innecesario por parte de las brigadas
municipales de limpieza, obligadas que están a no dejar rastro del paso de la
marabunta humana que se concentra por unas horas en espacio tan reducido.
Siempre que hemos traído este asunto a discusión, y lo hemos hecho en infinidad
de ocasiones, se nos ocurre que convencer a los mercaderes de la importancia
que tiene que se impliquen en el cuidado del entorno para evitar los males que
generan, aparejada debía llevar un aviso real firmado por el Ayuntamiento en el
que se pudiera leer con total claridad que aquel o aquellos que no cumplan
estrictamente con las obligaciones que contraen cuando ocupan el espacio que se
les cede, y por el que pagan la cuota legal correspondiente, pierden
automáticamente la posibilidad de acudir con su mercancía a un mercado que genera
una gran demanda y al que acuden no solo el vecindario local, sino que atrae a
muchos otros de ciudades limítrofes.
Ni se nos ocurre dudar que no
se haya hecho así, que desde la Delegación responsable del Ayuntamiento no se
haya hecho nada para controlar el descontrol, pero si nos remitimos a las
pruebas, y a eso es a lo que vamos, la realidad es la que es y poco más se
puede añadir. Desde luego a nosotros no nos convence el argumento esgrimido por
los vendedores ambulantes, según el cual el problema no lo generan ellos y que
es cosa del cliente. Y no lo aceptamos porque no ha sido la primera vez que
hemos comprobado por nosotros mismos cómo se desarrollan su tarea, cómo tiran
los embalajes al suelo, plásticos, cartones y papeles de todo tipo y color. Y
como sabemos que el Ayuntamiento les proporciona bolsas de basura para que las
llenen y las depositen en los puntos habilitados para ello, el que no lo haga
confirma lo que entendemos que es un abuso injusto que nos cuesta el dinero de
todos y que, como incansable gota que cae sobre la roca y acaba rompiéndola,
acabarán dañando de manera irrecuperable el entorno más próximo. De ello dan fe
las miles de bolsas de plástico y papeles que andan repartidos por las zonas
limítrofes a la autovía de Andalucía y las huertas adyacentes al río. Y todo
porque se les permiten lujos y abusos inadmisibles que a otros ciudadanos se
les prohibirían. De verdad que no nos gustaría volver más al tema, aunque no
estemos del todo convencidos, pero tampoco nos importaría si con ello
conseguimos concienciar a unos y otros de cuál es en realidad el papel que
deben interpretar en esta sucia y dañina película.